San cristo-bal

              Juan Carlos, un buen amigo y dirigente de los Scouts me invito a escalar el San Cristóbal con un grupo de jóvenes para darles una charla en la cima. La invitación provocó muchas emociones en mí. Primeramente, me conmovió el honor ser considerado alguien para influir positivamente en estas vidas. Recordé también que desde hace más de 25 años un grupo de amigos escalaron el volcán y desde entonces quedé con ganas de hacerlo yo – el reto y sus relatos de haber vencido la dificultad es lo que más me atraía y llenó de entusiasmo. Y, por último, me invadió un miedo que no iba lograr coronar el Coloso. Este miedo fue aumentando hasta el día de la excursión. Es más, la noche antes me despertó varias veces y cuando ya era hora de alistarme, un nervio profundo me sugirió avisar que no iba poder ir. Le podría haber dicho que amanecí sintiéndome mal y seria la verdad.

              Una vez en el carro, me resumió la historia de los scouts y algunas particularidades muy interesantes. Por ejemplo, se saludan con la mano izquierda por qué un líder de tribu africano bajo su arma, soltó el escudo que cargaba con su mano izquierda, y saludo con la misma en señal de rendición ante los soldados británicos para proteger a su gente. Este gesto de valentía, respeto y confianza marcó a uno de los soldados británicos quien abandonó la milicia y luego fundó los scouts. Cuando todos los jóvenes que iban están montados hicieron su oración y supe que fue buena decisión salir de la cama esa mañana. El viaje se me hizo corto entre nuestra plática y la de los chavalos que iban atrás.

              Más o menos a las 9:30am estábamos listos para comenzar a caminar y a esa misma hora noté que se intensificaron las ideas de duda y los miedos. Mis pies se movían uno tras otro casi que por inercia y a la misma vez me imaginaba cómodamente descansando en mi cama o jugando tranquilamente con mis hijos. Salimos de una curva en el camino donde no había tanta vegetación y logré ver el pico. Se veía tan cerca, pero a la misma vez sabía que aun estábamos muy lejos. La magnitud me dio la impresión de que estaba a unos cuantos pasos, pero al verlo bien, entendí que no era más que una ilusión óptica aumentada por un deseo irracional. Además, había una línea claramente definida al rededor del cono donde se terminaba la vegetación. De esa línea en adelante íbamos a caminar sobre arena y piedras bajo el sol inclemente y me inundaron las imágenes de la odisea que me contaron hace 25 años. Si me iba a rendir tenía que ser antes de cruzar esa línea; el punto de no retorno.

              Poco después de comenzar empecé a expresar mis dudas sobre mi condición física en un intento de ir preparando la cama donde los esperaría hasta su regreso. Durante un breve descanso le dije al guia de los scouts que los iba esperar en ese punto y me dijo algo que me resonó mucho y espero llevarlo conmigo por el resto de mi vida, “Aprende a descansar, pero no aprendas a desistir”. En ese momento algo cambió en mí. Seguía cansado, las dudas y los miedos me seguían gritando que no iba lograrlo, pero ene se momento también sentí una especia de libertad. No tenía que ser el que llevaba el mejor ritmo, no tenía que ser el que iba adelante ni el que parecía no estar cansado. Está bien estar cansado, es más, me permitió darme cuenta de que todos estábamos cansados. No se trataba de ser el mejor o aparentar algo que no era, simplemente se trataba de vivir el momento, poner un pie enfrente del otro y disfrutar la experiencia, aunque llegara o no. Estos aprendizajes me llevaron hasta el próximo descanso donde me comí un chocolate y una manzana y estaba listo para seguir.

              Al desplazar mi mentalidad y forma de enfocar mi relación con el volcán, empecé a ver cosas de diferentes modos. Seguí subiendo la vista de vez en cuando para ver el pico, pero ya no era tan importante tratar de estimar esa distancia incierta y desconocida, se volvió una referencia simplemente. Claro, llegar al cráter era la meta, pero en ese momento, era más importante dedicar mi energía a lo que si podía controlar y descifrar con certeza; mis pensamientos, mi cuerpo y mis emociones se empezaron a concentrar más en el siguiente paso. Todo fue simbólico y muy real a la misma vez.

              Coronar ya no era algo necesario lograr por razones externas ni por terceros. Ahora era algo que yo quería hacer por mí mismo. Bajo la primera perspectiva, el cansancio y el dolor solo se tenían que perdurar y aguantar, mientras que, viéndolo como un logro personal, llegue hasta a disfrutar el proceso incluso la dificultad que conllevaba. No fue necesario recordarlo después de haber culminado, abracé y agradecí el camino arduo en el momento como el único que me llevaría a la satisfacción y gratificación de esta meta y reto. Y uno que podría trasladar a otros ámbitos y replicar en diferentes áreas de mi vida. Por ejemplo, llevo años queriendo escribir y pensando en temas de interés, y fue con este nuevo enfoque de pensamiento que me propuse escribir esto que estás leyendo.

              Soy fiel creyente que las cosas pasan por algo y la secuencia de los acontecimientos es igual de importante. Llegar a la convicción de seguir escalando por mí, antes de pisar la parte arenosa, fue un punto de inflexión pues ahí cambió todo. Las voces se multiplicaron figurativa y literalmente. Ya no era únicamente mi mente la que repetía lo difícil que estaba eso y que no íbamos a llegar, casi todos los demás lo empezaron a decir en voz alta también. Los que callaban creo que era porque necesitaban recuperar el aliento, o estaban enfocados en su lucha contra el suelo movedizo para avanzar. Esto en si fue de gran provecho para mí. Recientemente me di cuenta de algo que me hizo reenfocar la epistemología en mi vida. Un maestro me ayudó a ver la diferencia entre aprender sobre algo y lo que realmente significa aprender algo, cosa que me llevó a cuestionar mucho. Llegue a la conclusión que hay una gran diferencia entre, por ejemplo, leer sobre un tema y vivir una experiencia. Solamente haciendo algo, pasando por la experiencia, viviéndola es que verdaderamente aprendemos.

              A mí no me costaba mucho entender y aprender los conceptos que los profesores explicaban. Es más, me aburría mientras elaboraban mucho los temas. Por ende, nunca aprendí a aprender y recuerdo muy poco de las lecciones escolares. Pero sí me acuerdo de lo que me salió mal en los exámenes, aquellos temas que tuve que esforzarme para entender. Se formó una relación especial por el enfoque y sensación de logro, así como la que se desarrolló con las personas a mi alrededor que yo permití que me guiaran y ayudaran.

              Hace 25 años me dejaron muy claro que la parte más difícil la recta final. En este caso no era un camino recto. La inclinación es tan pronunciada que se tenía que caminar en zigzag. El terreno parecía una esponja. Poner el pie era enterrar el zapato y para avanzar tenía que desenterrar el pie de atrás. Este demandaba un esfuerzo multiplicado. La recomendación era seguir los pasos del que iba adelante. Yo no era el que iba adelante, pero creo que él a su vez estaba buscando las huellas de escaladores que han pasado recientemente. Pienso en el rol de los líderes, mentores y demás personas que me han ayudado. Cuando me he abierto a la ayuda, nunca he estado solo. Aun cuando he rechazado la ayuda, ahí ha estado. Tampoco he tenido que inventar nada. Aun cuando creía estar abriendo mi propio camino, lo he hecho con sabiduría, experiencias y estrategias que otros habían sembrado en mí.

              Claro, siempre hay una primera vez para todo, lo que significa que hubo una persona que descubrió, inventó y aventuró. ¿Qué marca la diferencia entre los que lo logran y los que se quedan en el camino? Me hice esta pregunta, y variaciones de esta muchas veces ese día. El haber expresado mis miedos fue de gran ayuda. Una vez afuera, perdieron mucha de su fuerza y poder sobre mí. Al sacar, también abrí la puerta para recibir. Lo que me lleva a otro punto vital. Rodearte de los mejores. ¿A quién escuchas? Y antes de eso, ¿escuchas a otros? ¿Con qué tipo de opiniones estás complementando las tuyas propias? Otra cosa que puede ser fuente de energía e inspiración, pero a la misma vez podría drenártelas es la intención o motivo detrás del por qué haces las cosas. Por ejemplo, en un punto me di cuenta de que mi mayor motivación por llegar a la cima era poder publicar una foto que me iba traer muchos “me gusta”, reconocimiento y validación externa. En el momento que eso se desplazó para adentro pude ver las razones personales que me llenarían a mi lograrlo. Eso a la vez me permitió ver y aprovechar más lecciones. ¿Cuáles son tus motivos para hacer lo que haces? ¿Te generan energía o te están desgastando? ¿Qué nuevas posibilidades te brindaría revisarlos?

              Olvidé el calor por la brisa y el cansancio por la vista espectacular, así como la sensación de logro y orgullo, pero todo lo que sube tiene que bajar, y era hora de bajar. Las montañas son muy simbólicas. Subirlas tienen su significado, la superación de dificultades, claridad por cambiar el panorama, estar en un plano más alto que puede representar una cercanía con lo Divino, pero bajarlas también. Desde tiempos bíblicos vemos el deseo de quererse quedar arriba. Además, así como la sabiduría colectiva nos acompaña y ayuda a subir, es nuestro deber bajar y llevar lo vivido de vuelta al mundo. Para mí fue un momento de reflexión y de asimilar las lecciones. También hubo lecciones propias de la bajada, así como un sin número de caídas. La arena creaba una pista de patinaje perfecta y la euforia de haber culminado la cima me invitaba a deslizarme como un niño. Además, era tarde y queríamos llegar con luz del sol. Pero no fue así. La mayor parte del grupo se había quedado en el camino y comenzaron el descenso antes lo que significa que una parte de nuestro grupo iba sin guia. Recuerdo ver un grupo pequeño, ajeno a nosotros, llegando a la cima cuando nosotros recién empezamos a bajar. Ellos se aventuraron sin guia, ya lo habían hecho antes. Aunque la luna estaba muy brillante, ya no se veía nada cuando llegamos al área que se asemejaba a una selva e iba ser imposible reencontrarnos con los otros. Decidimos esperar a que nos alcanzaran antes de seguir para evitar que alguien tomara una vuelta que no era. Nuestro guia estaba en comunicación con los desconocidos y parecía que estaban en problemas. Ya que nosotros estábamos esperando sin avanzar, y el hecho que lo habían llamado muchas veces y cada vez su desesperación iba en aumento, el guia decidió regresar para encontrarlos.

              Así que ahí estábamos. En un camino super angosto y lleno de piedras, plantas e insectos a la orilla de un barranco. La incomodidad al sentarnos era la menor de nuestras preocupaciones. Aparte de un par de linternas, todo estaba oscuro. Según su lema, “siempre preparados”, todos llevábamos agua. Al principio nunca imaginamos que nos iba faltar. No se si el sol brillo con mayor intensidad ese día o subestimamos lo que seria coronar al Coloso, pero uno por uno, nos fuimos quedando sin agua. En el momento yo no la pensaba dos veces. Si alguien pedía, yo ofrecía de la mía y las veces que yo pedí, también me regalaron. Pero en este momento; cansado, en oscuridad, incomodo, deshidratado y considerando la posibilidad de tener que dormir bajo las estrellas, era muy diferente. Recuerdo la gratitud y alivio que sentí al hacer contacto con las dos gotas que logré sacar de ambas botellas que llevaba para basura. Me hizo reflexionar sobre como cuidamos nuestro planeta y los regalos que nos da. Verdaderamente la carencia aporta un nivel desconocido de como apreciamos las cosas.

              Fue un debate largo, pero finalmente accedieron a seguir sin el guía una vez que los demás se unieron. Sentía incertidumbre y miedo con cada paso. No sabíamos si nos acercábamos al punto de partida donde estaban los carros. La sed, cansancio y temor a animales salvajes eran razones nublaban mis pensamientos. Por un lado, quería seguir para encontrar agua, acercarme a un lugar para descansar y salir de peligro, pero por otro lado no sabía si al movernos estábamos prolongando nuestra exposición. Confiamos en nosotros mismos, trabajamos en equipo y nos coordinamos. No sé si fue pronto y la tensión creó el efecto de ser mucho tiempo, pero ¡finalmente llegamos! Hasta ahora que lo escribo me doy cuenta de que este fue otro logro como llegar al cráter. Encaramos miedos y los vencimos. Nunca había bebido agua del mismo lugar donde beben animales y no si se volviera a hacerlo (sin necesidad como la de ese momento) ni recuerdo el sabor, pero si recuerdo la desesperación, satisfacción y gratitud con la que me la tomé. Y así como muchas otras ocasiones, los malestares, dolores y miedos desvanecieron rápidamente. Estas vivencias demuestran que la mente intensifica y agrava lo que realmente está pasando.

              Fue un día inolvidable. Estoy muy agradecido por la invitación y conmigo mismo por haberla aceptado e ir a pesar del miedo que me decía quedarme en cama. Regresé a casa después de medianoche. Pero la emoción y la euforia de haber logrado esta hazaña asombrosa me tenían maravillado. Y aunque una parte de mí, la que quería regresar a la cama desde las 5 de la mañana finalmente podía hacerlo, otra parte de mi quería disfrutar la experiencia.

 

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